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Palabras clave: la novela negra americana, crimen, crítica social, Lorenzo Silva, política de género, intertextualidad

2. El alquimista impaciente

El alquimista impaciente (2000), de Lorenzo Silva, es la segunda entrega de la serie negra que tienen como protagonistas a dos guardias civiles, el sargento Rubén Bevilacqua y su ayudante, la cabo Virginia Chamorro. No son dos personajes desconocidos para los lectores, ya que hicieron su aparición por primera vez en El lejano país de los estanques, novela en que se relata la investigación de un asesinato en la isla de Mallorca. A través de la perspectiva del narrador y protagonista Rubén Bevilacqua, la narración de El alquimista impaciente gira en torno al caso de dos muertes vinculadas. La historia de las víctimas y los culpables se desarrolla, se reconstruye, se revela a medida que la investigación avanza para concluir desvelando el enigma de los crímenes.

En esta segunda novela, nuestros dos investigadores se ocupan de investigar sobre la

2 En su ensayo “Teoría (informal) de la novela benemérita” (2010), Lorenzo Silva afirma su rechazo a encajar sus obras bajo una etiqueta genérica concreta. De ahí, “decidí que, puesto que en mis historias los protagonistas son guardias civiles, una rareza que me ha costado alguna que otra incomprensión, disponía en contrapartida de la ventaja de poder afirmar, sin que nadie me discutiera, que lo que hago es, lisa y llanamente, novela benemérita.

Un género personal y particular que bebe de todos otros mencionados, y que no aspira a cumplir con ortodoxia el canon ninguno” (75). A pesar de nombrar un género propio, el escritor intenta “aprovechar la enseñanza de los grandes maestros y, en especial, los de la novela negra norteamericana, pero tiene a la vez vocación de hundir sus raíces en la realidad española contemporánea, con todas sus glorias y miserias, y por tanto se ve en la necesidad de explorar territorios propios y senderos distintos de los tradicionales” (76).

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misteriosa muerte de un ingeniero llamado Trinidad Soler que trabaja en una central nuclear y aparece muerto, sin huellas de violencia, atado a una cama en un motel de carretera. Después del asesinato de Trinidad Soler, se descubre un entramado de corrupción de alto nivel en que se ven implicados numerosos funcionarios de ayuntamientos de la zona. León Zaldívar y Críspulo Ochaita son dos figuras influyentes de la provincia que están envueltas en una larga lucha por el dominio económico sobre la zona. Para lograr su meta, Zaldívar paga a Trinidad Soler a fin de que éste asesine a Críspulo Ochaita usando un paquete radiactivo. Detrás de estos dos caciques, se halla una trama de prostitución, drogas, placeres prohibidos e inmigración ilegal, problemas sociales a los que se debe enfrentar la sociedad española. Irina Kotova, una prostituta de lujo bielorrusa, es la que se encarga de matar a Trinidad Soler, pero más tarde, ella es asesinada para borrar las pruebas. Debido a esto, los investigadores tienen que establecer contactos con personajes del mundo del narcotráfico y del blanqueo de capitales para indagar delitos económicos de alto nivel.

Respecto a la caracterización de los personajes, es evidente que una novela policíaca protagonizada por una pareja de investigadores no es un rasgo especialmente original dentro del código de este género narrativo (recordamos el conocido ejemplo de Sherlock Holmes y el Doctor Watson, de los relatos de Conan Doyle, o el caso del detective Carvalho y su ayudante Biscúter, de Vázquez Montalbán). No obstante, lo que no es tan común en la literatura criminal del género negro radica en que la pareja de investigadores sea un hombre y una mujer. En verdad, esto añade al interés de la intriga una cierta tensión sexual. Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro son investigadores, que trabajan en la unidad central de la Guardia Civil en Madrid. Con ese perfil “oficial”, Lorenzo Silva nos presenta una imagen renovada de la Guardia Civil: profesional, intelectual, humanitaria, sin violencia, con un trasfondo democrático, en contraposición a los elementos autoritarios y represivos del antiguo cuerpo franquista.

Rubén Bevilacqua, en la segunda entrega, sigue siendo la voz narrativa y protagonista que nos informa, dando testimonios de los acontecimientos y acciones que se suceden con rapidez.

Su voz está construida a partir de un lenguaje refinado que indica una evidente riqueza léxica y en el que son constantes las referencias culturales. Con una biografía bastante especial, se caracteriza por ser un investigador atípico, cuya singularidad comienza por su insólito apellido, el cual da lugar a considerables confusiones. De origen uruguayo, emigró a España junto con su madre careciendo de la figura paterna. Es licenciado en psicología y seguidor apasionado de Freud y Jung, pero ha ingresado en la Guardia Civil por motivos económicos. En numerosos

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pasajes de la novela, Bevilacqua se presenta como un policía solitario, vulnerable, honesto frente a consideraciones filosóficas y humanitarias de todo tipo, las cuales incluyen a las víctimas, con las que se identifica. Por su compromiso profesional, se siente obligado a resolver el misterio de la muerte de Trinidad Soler. Además, nuestro protagonista es inteligente, escéptico hacia la disciplina y la autoridad, poco o nada militarista, y de talante liberal y hasta progresista. Sus métodos de investigación abarcan las técnicas clásicas como la observación, los interrogatorios, la deducción, el análisis de documentos, el trabajo en equipo, etc. Rara vez acude a la violencia a la hora de llevar a cabo su misión, excepto en aquellas contadas ocasiones donde se enfrenta a criminales indeseables o plutócratas corruptos. El azar o la casualidad, una noción primordial de la novela negra, se puede considerar como otro elemento que hace progresar la investigación sobre todo en los momentos de bloqueo como se percibe en El alquimista impaciente. A lo largo de la novela, Bevilacqua esgrime una visión crítica del oficio del investigador. La imagen que en esta obra se ofrece de tal profesión no es idealizada, sino una imagen más bien realista con un toque de desilusión. La investigación criminalística es un trabajo duro, que requiere tenacidad y paciencia. Cuando alcanza sus límites advierte que el investigador no es siempre todopoderoso, sino que cuenta con capacidades limitadas:

Si lo miras, nuestro oficio tiene un punto de presunción. Debemos ser capaces de desarmar a cualquier sospecho, de desenmascarar a cualquier asesino. Como si fuéramos más listos que nadie. Pero no lo somos, y nos viene bien que alguna vez nos lo recuerden. Porque nuestra baza no es nada de eso: ni la sagacidad, ni el ingenio, no lo duros que podamos parecer. A veces el de enfrente es necio, o patoso, o blando, y con esas mañas te vale. Cuando la tarea es difícil, lo que sirve es otra cosa.

--- Qué---murmuró Chamorro, distraída.

---Qué va a ser. El maldito tesón. Al fin y al cabo, nosotros somos el brazo ejecutor de la normalidad, que nos ha encomendado de reprimir a los anormales. Y la normalidad siempre se impone, pero a la larga. No puedes ser más alto que el más alto. Tienes que esperar a que flaquee y se agache. (216)

Con estas cualidades acumuladas en un sargento de la Guardia Civil, Bevilacqua corresponde a los modelos del investigador “memorable” del género policíaco, que combina el prototipo de los hérores de Hammett y Chandler, de la novela negra americana, con el de los detectives de Sherlock Holmes, Hércules Poirot, de la novela policíaca clásica a la inglesa.

Evidentemente, la presencia de la intertextualidad con un texto clásico en torno a la narrativa policíaca en la serie de Silva es palpable. Observamos que Bevilacqua, al igual que Marlowe, el detective privado de Chandler, está a veces a punto de ser seducido por las criminales o

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sospechosas. Vemos que cuando se encuentra con Blanca Diez, la viuda de Trinidad Soler, cuya voz grave le recuerda a Lauren Bacall en El sueño eterno (The Big Sleep), nuestro protagonista es por un momento incapaz de hablar pero consigue resistir a la tentación de la femme fatale:

“Lo que más me admira del Marlowe que en esa película compone Humphrey Bogart, algo deficitario en ciertos aspectos, es que sea capaz de aguantar la mirada y el pulso a una hembra de tal calibre” (53).

La novedad de esta serie se halla en la creación de la identidad policial de Virginia Chamorro como guardia civil eficaz y ayudante del sargento Bevilacqua, capacitada para solucionar cualquier problema dentro de este contexto. Nuestro escritor ha confesado que creó el personaje de Chamorro como compañera de Bevilacqua “con una vocación militar frustrada (aún con un carácter inquieto y despierto)” para evidenciar el fenómeno aún poco frecuente de la incorporación femenina a la Guardia Civil, donde tradicionalmente el ingreso de las mujeres en la institución benemérita había sido muy limitado (2010: 78). La cabo Chamorro es joven, inteligente, con una gran pasión por la astronomía, reservada, de carácter firme, con un toque feminista, rasgos positivos que acompañan a un aspecto físico atractivo. Confía mucho en la persona y la capacidad de Bevilacqua, al mismo tiempo que se preocupa por ser aceptada como profesional por su superior. Es evidente que la belleza de Chamorro supera su valor puramente decorativo y se convierte en un elemento funcional de la trama de la serie. Observamos que Chamorro desempeña un papel crucial en la aclaración del caso por haber vuelto a servir como cebo para comprometer al principal implicado, el empresario León Zaldívar, que se siente atraído por la bella joven, haciéndola confidente de sus relaciones con la víctima del asesinato, Trinidad Soler. La imagen atractiva, el aspecto “sexy” de Chamorro, se parece a Verónica Lake, según la voz narrativa. Este carácter intertextual vuelve a aparecer en una escena donde Chamorro se enfurece en el interrogatorio a un sospechoso, Rodrigo Egea, tal como actuó la furiosa Verónica Lake en una inolvidable escena de La mujer de fuego. Chamorro aún desempeña en El alquimista impaciente un papel secundario con un comportamiento pasivo y carente de referentes visuales. A pesar de ello, entre Bevilacqua y Chamorro se puede notar una relación de confianza, de respeto mutuo y de dependencia mutua, dado que a Chamorro le gusta trabajar con Bevilacqua y se convierte en un elemento indispensable en el avance de la investigación según nuestro protagonista: “A veces me quedaba observándola y me preguntaba cómo era posible que en menos de un año, me hubiera hecho a ella hasta el punto de resultarme insustituible. Yo, que siempre había sido defensor de las virtudes del pájaro solitario. Pero así era” (32).

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A través de los ojos del sargento Bevilacqua y de los vericuetos de la investigación policial, el lector no sólo descubre la identidad de los criminales, sino que también tiene la oportunidad de penetrar en el submundo de la droga y la prostitución, presenciar negocios sucios y estar al corriente de las estrategias de los grupos que ejercen presión económica y mediática. De ahí que Lorenzo Silva nos dibuje un certero y ácido retrato de la sociedad actual, dominada por el culto al dinero y al poder que éste proporciona. Entre los diversos problemas sociales actuales que nos presenta el escritor, cabe resaltar la delincuencia económica como el eje problemático de El alquimista impaciente que también aparecerá en las siguientes obras de la serie.

Como es sabido, la delincuencia económica y financiera o crímenes de cuello blanco se ha considerado una de las más perjudiciales para el orden socioeconómico, puesto que afecta directamente a todo el colectivo sin distinción al atacar los principios fundamentales del mercado, del intercambio de valores y financiación, dando lugar a la corrupción pública y privada. El delincuente de cuello blanco suele ser el que más poder adquisitivo posee, junto con el mejor asesoramiento jurídico y mayor capacidad económica frente a la actuación procesal. En la novela, bajo la pluma de Silva el delito económico es tan complejo que se requieren medios técnicos especializados para solucionarlo. Funcionarios de los ayuntamientos se ven involucrados en los sobornos para la concesión de contratas de basuras o para la construcción de puentes y casas en lugares que habían estado hasta entonces vetados a la urbanización. León Zaldívar y Críspulo Ochaita son los dos caciques regionales que compiten por el poder económico de la zona.

Los principales culpables del crimen económico, León Zaldívar y Rodrigo Egea, son detenidos al final de la investigación para acentuar la importancia del restablecimiento del estado de derecho y el respeto a la ley. Cabe mencionar que Egea sirve como herramienta del gran dueño de empresas Zaldívar, quien se cree todopoderoso e intocable, manipulando a todos sin escrúpulos. En varios episodios de la novela, sobre todo en los diálogos entre los investigadores y Zaldívar, éste se porta de manera orgullosa, impasible y pedante sin admitir su implicación en los asesinatos de Soler, Irina y Ochaita. Por el contrario, se presenta como un experto en lecturas de clásicos policiales y en el arte de matar. Es así como se lo confiesa a Bevilacqua en un diálogo acerca del texto de Thomas de Quincey titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1824), mientras asume que no lo iban a castigar por carencia de pruebas (266-267). El caso de Trinidad Soler es peculiar ya que se trata de un criminal que, a la vez, es víctima, y que además muere seis meses antes de su propia víctima, Críspulo Ochaita. Siendo un hombre inteligente, comprometido, trabajador, profesional con

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sentido del deber y padre de familia, Trinidad refleja una imagen positiva, que se contrapone con la irrefrenable tentación que siente hacia diabólica del dinero. A partir de cierto punto de su existencia se deja seducir por el dinero y la codicia. Esto le lleva a traspasar los límites entre lo aceptadamente bueno y lo malo, entre los negocios legales e ilegales, entre las distintas realidades y la multiplicidad de vidas posibles. El ambiguo perfil de Trinidad nos lleva a preguntas sin respuesta y a hacernos reflexionar sobre el sentido de la justicia, los límites entre la libertad del individuo y el mantenimiento del orden público.

El caso de Irina Kotova no sólo se vincula con el crimen económico, sino también con el problema de la prostitución y de la inmigración ilegal. Irina, bielorrusa de 22 años, es una atractiva prostituta de lujo que se convierte en la segunda víctima de la novela. Su cadáver descompuesto es encontrado por casualidad tres meses después de su desaparición en un bosque cerca de Palencia. Se advierte que la aparición de una segunda víctima como Irina facilita el progreso de la investigación, ya que es un recurso bastante empleado por Silva en la serie. Al igual que Trinidad, Irina se deja seducir por el dinero para alcanzar un estatus social más elevado, implicándose en el mundo de los poderosos, en negocios sucios sin salida.

Conviene destacar el sentido moral de la obra que se relaciona con la aparición de la central nuclear como espacio con un valor simbólico y particular, que refleja la amenaza, el peligro, el poder del ser humano y la fragilidad existencial. La central nuclear representa una intervención tremenda del ser humano en la naturaleza como un tipo de transgresión en los límites de ésta.

De ahí, surge la imagen del alquimista impaciente, que aspira a dominar la naturaleza, sus procesos y sus fenómenos hasta que, al final, por impaciencia y avaricia, pierde el control y traspasa los límites. En el fondo, “el alquimista impaciente” también se titula la novela al referirse en concreto a la víctima que cumple el ulterior rol de criminal como le ha sucedido a Trinidad Soler, puesto que “La verdadera transmutación consistía en mejorar la naturaleza del propio alquimista, no de los metales. Los metales sólo eran instrumentos. Por eso los que se impacientaban y se obsesionaban con el oro acababan consiguiendo el efecto inverso, empeorar ellos mismo. La transmutación, pero al revés” (278-279).

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