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Palabras clave: la novela negra americana, crimen, crítica social, Lorenzo Silva, política de género, intertextualidad

3. La niebla y la doncella

Publicada en 2002, La niebla y la doncella es la tercera entrega de la serie de novelas protagonizada por la pareja de guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Es más extensa que las dos novelas precedentes (El lejano país de los estanques, El alquimista impaciente). Esto se debe en parte a que se exploran más a fondo los estados psicológicos de los dos protagonistas,

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y sobre todo el del sargento Bevilacqua, que nos revela algunas zonas oscuras de su vida privada. Se advierte un adensamiento reflexivo de las relaciones entre los personajes. Además, la novela refleja elementos de la literatura policíaca de la España actual, ya que nuestro escritor, Silva, utiliza a sus personajes y casos delictivos como un medio para pintar viñetas críticas de la sociedad española en torno a los conflictos sociales y preocupaciones humanas.

Es evidente que, bajo la pluma de Silva, Bevilacqua y Chamorro pertenecen y sirven a la institución policial, pero a la vez son policías corrientes, de carne y hueso, con sus problemas personales, familiares, laborales o mentales.

La niebla y la doncella se ambienta principalmente en la isla canaria de La Gomera. Allí se trasladan el sargento Bevilacqua y su ayudante, la cabo Virginia Chamorro, para encargarse de un caso complicado. Se trata de reabrir un caso de homicidio con más de dos años de antigüedad.

La victima era Iván López von Amsberg, un joven de ascendencia alemana y el principal sospechoso, Juan Luis Gómez Padilla, un conocido político local que fue juzgado y hallado inocente por falta de pruebas. Un nuevo político, que acaba de ocupar un puesto de responsabilidad, está vinculado con la madre de la víctima, de modo que utiliza toda su influencia para reabrir la investigación. En esa pequeña isla canaria, el sargento y la cabo cuentan con la colaboración de la Guardia Civil local y, en especial, con una joven y guapa agente Anglada que se unirá al equipo, provocando un interesante triángulo ligado a una cierta tensión sexual no resuelta. La búsqueda de un asesino desemboca en un sorprendente desenlace, pues resulta que los culpables son dos agentes de la Guardia Civil destinados en las Islas Canarias e implicados en asuntos de tráfico de tabaco e infidelidades conyugales.

De acuerdo con Gabriela Cordone en su estudio (2010), La niebla y la doncella contiene ciertos elementos de la novela policíaca de tendencia psicológica, uno de los tres subgéneros (tradicional, negra y costumbrista o psicológica) que propone José Colmeiro en su teoría de la clasificación de la narrativa policíaca (1994: 56-64). Se trata de un relato policíaco cuyo énfasis está puesto en las características y en la introspección psicológica de los personajes. Colmeiro sostiene “la importancia de la descripción de los usos y costumbres, paisajes y ambientes sociales en los que transcurre la acción”. Este tercer subgénero también abarca un componente moral, pero al final de la novela, la recuperación del orden establecido suele ser más problemática que en la novela policíaca clásica. El misterio o las fases deductivas e inductivas que llevan a la aclaración del crimen son relegadas a un segundo plano. En la novela que nos ocupa, efectivamente, la trama hace hincapié en la interiorización y el proceso psicológico de los protagonistas. Las descripciones de lugares y ambientes proporcionan a la novela “un ritmo

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más sosegado, un tono más introspectivo y un carácter pictórico” en las palabras de Colmeiro (1994: 64). En la tercera entrega de la serie, el lenguaje responde al de este subgénero, que es menos crudo y violento que el de la novela negra, y su protagonista, el sargento Bevilacqua, es un hombre común, a diferencia de la figura del investigador marginal de la novela negra y del superdotado de la novela policíaca clásica a la inglesa. Aunque Silva maneja muy bien los recursos del género negro en La niebla y la doncella donde la historia se desarrolla de forma coherente - la investigación se lleva a cabo con realismo y su final resulta más o menos lógico - el subgénero psicológico está también presente en esta novela con numerosos ingredientes aludidos por Colmeiro. Con la ante dicha consideración se pone de relieve la heterogeneidad del texto policíaco en cuanto a la estructura.

Al igual que en las dos novelas precedentes, Rubén Bevilacqua, el narrador en primera persona y protagonista del relato, reúne en un sólo personaje dos facetas tan distintas como contradictorias: la faceta del psicólogo y la de sargento de la Guardia Civil. De hecho, por un lado, la perspectiva de psicólogo de Bevilacqua y su formación humanista hacen que el narrador pueda profundizar en la descripción de su entorno y en los perfiles psicológicos de los personajes. Cordone señala que “nos encontramos así ante un narrador-protagonista profesional de la introspección y de la observación de los comportamientos y caracteres humanos” (2010: 204). Por otro lado, la incorporación de un psicólogo en paro a un cuerpo militar como la Guardia Civil nos deja entrever el comportamiento verosímil y pragmático de Bevilacqua:

Muy a menudo me pregunto por qué, entre todos los caminos que podría haber tomado en la vida después de comprender que había hecho una elección errónea licenciándome en Psicología, resolví ingresar en la Guardia Civil. En su momento, dispuse de la ventaja de tomar la decisión basándome en consideraciones de corto plazo: el temario no era muy grande, las pruebas físicas no me resultaban inasequibles, y en pocos meses, si pasaba el examen, podía estar ganando un sueldo y devengando lentamente una magra pensión. Se me dirá que eso no es gran cosa, pero para un desempleado de larga duración, y a los efectos huérfano de padre, suponía un poderoso estímulo. (34)

Observamos que en estas líneas de autoconciencia, Bevilacqua nos relata su pensamiento y sus motivos por los que ha optado por cambiar el rumbo de su vida al ingresar en la Guardia Civil.

En efecto, se porta como el investigador-funcionario, subordinado a una jerarquía militar, y se siente en una posición cómoda debido a la flexibilidad intelectual y a los conocimientos humanísticos provenientes de su formación en psicología.

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Narrados en primera persona, son los diarios íntimos del sargento los que nos cuentan la historia, no sus informes policiales ni sus confidencias a otra persona. Esto nos permitirá ahondar más en la intimidad del protagonista. Para realizar la investigación del caso, el sargento Vila utiliza la recolección de datos y su posterior análisis, casi en su totalidad por medio de interrogatorios o entrevistas personales a los sospechosos y demás implicados en el crimen. Sin embargo, ante un caso tan complicado como el del joven Iván, el sargento y la cabo se encuentran con una misión difícil enfrentándose a un camino largo y tortuoso para descubrir al culpable del asesinato. En un tono cínico, el narrador-protagonista pone en tela de juicio la existencia de la “auténtica” verdad a la hora de solucionar un homicidio: “Sólo hay una forma de explicar un homicidio, en Madrid y en Estambul: la buena. Y no estoy hablando de la verdadera, porque quién sabe nunca dónde está la verdad. Sino de la que se tiene en pie” (209).

La cabo Virginia Chamorro sirve más que de ayudante y apoyo de Bevilacqua y cumple la función de alter-ego del narrador protagonista. En efecto, la evolución de este personaje, desde El lejano país de los estanques hasta esta tercera entrega que nos ocupa, es bastante notable, en especial en su relación con el sargento. En las novelas precedentes, lo que se nos cuenta de ella es algo desdibujado, siempre dejando zonas grises o desconocidas de su vida y de su personalidad, con un papel secundario y pasivo. Chamorro tampoco puede evitar los clichés de la mujer atractiva del género negro que ejerce una atracción arrasadora sobre los compañeros masculinos. Unos clichés puestos en ridículo en un entorno laboral y social injusto.

A través de la figura de Chamorro, precisamente en La niebla y la doncella, Silva articula más consideraciones de género, exponiéndonos la situación de las mujeres profesionales enfrentadas a un medio hostil y criticando la cuestión del feminismo en diversos tonos y desde diferentes perspectivas. El patriarcado o el paternalismo de los colegas sigue existiendo cuando no la toman en serio a Chamorro. Ni siquiera comprenden la dificultad por parte de una guardia para conciliar la vida profesional y la privada, junto con un prejuicio sexista sobre su supuesta incompetencia por ser mujer. Sin embargo, con una relación más consolidada, Bevilacqua parece entender mejor a Chamorro y saber lo que pensaría su subalterna ante los comentarios sexistas de su jefe Pereira y el teniente Guzmán:

Sí, es dura, la Chamorrito concedió Pereira, pensativo. Una tía con un par de cojones.

Me imaginé la cara que habría puesto Chamorro, si hubiera escuchado al comandante, tratándola en diminutivo y formulando sobre ella esa clase de observaciones. Me representé la ira que le asomaría a los ojos, y que sin embargo contendría. O no. A veces no se sabía del todo, con ella. (31)

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Vamos fuera. Tengo a la chica esperando con el coche.

No puede dejar de espiar el gesto de Chamorro ante las palabras la chica. Sabía lo que pasaba por su cabeza, así que aprecié su impasibilidad. (59)

Por otro lado, en la tercera entrega de la serie, se revelan más detalles sobre la vida privada de Chamorro: cómo la cabo tiene una relación sentimental y cómo decide acabar con esa relación frustrada. Vila no olvida una relación fracasada de pareja y le ofrece a Chamorro consuelo y amistad siendo más que un superior, un colega. En una ocasión, aprovechando un hueco de la investigación en la Palma, Vila la acompañó a hacer un recorrido por El Roque de los Muchachos, y subir a la cima para contemplar las estrellas. Es una muestra de compañerismo que naturalmente refuerza la relación entre ambos y restaura la confianza mutua.

La cabo Ruth Anglada no sólo actúa como la contraparte de Chamorro, sino que también desempeña diversos papeles (policía, asesina, criminal). Parece que está vinculada con todos los personajes y las circunstancias de la novela: los deseos irreprimibles de Bevilacqua, la enemistad de Chamorro, los manejos de su superior, Navas, la manipulación y el asesinato de Iván, la implicación en la corrupción policial, etc. Es evidente que la Anglada encarna a la mujer peligrosa o la femme fatale, uno de los clichés más explotados por la novela policíaca.

Recordamos que a lo largo de la serie, la Andrea de El lejano país de los estanques y Blanca Díez de El alquimista impaciente, en diferentes grados y por diversos motivos, ejercen una cierta atracción sobre nuestro protagonista, pero precisamente es en La niebla y la doncella donde la involucración de la femme fatale con el sargento es omnipresente. Se advierte que la descripción del primer contacto de la cabo Anglada y Vila, hábilmente construida, nos ilustra un aspecto externo, pasando por una percepción más sensual (“Y podría añadir que su maquillaje era discreto pero perceptible y que olía a un perfume de los que no compras con un billete de 20 euros”, 59), para llegar a su punto culminante con el efecto de la atracción fatal:

Pero lo que debo decir, sobre todo, es que apenas la vi y aun antes de que abriera la boca, mi olfato para el desastre intuyó en la cabo Ruth Anglada a una de esas mujeres que infaliblemente me crean problemas. Con el tiempo, uno aprende a conocerse, y aprende, sobre todo, a conocer sus debilidades. Y los recursos de aquella chica, lo gritaban en la distancia, eran de los que podían llegar a hacerme sentir muy, muy débil. (59-60)

Se observa que la presencia de la feminización de las instancias judiciales y de las instituciones policiales es tan patente que se incorpora con naturalidad en la trama de la serie

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negra de Lorenzo Silva. En la niebla y la doncella, el escritor intenta ampliar las discusiones del feminismo desde distintas perspectivas. Sin embargo, los numerosos pasajes que aparecen en el texto nos desvelan que la posición del narrador-protagonista se hunde en una serie de clichés sobre el feminismo, infravalorándolo en los diálogos con matices poco profundos.

Obviamente, el sargento no conoce a fondo los fundamentos de la crítica social y textual feminista (“No sé si soy machista, pero desde luego feminista no soy”, 229) ni cree en la legalidad del feminismo como una solución ideal para la salvación de las mujeres, simplemente denuncia cualquier tipo de discriminaciones y reconoce la situación difícil en que se sitúan las mujeres de hoy en día:

Hay hombres imbéciles y desalmados, lo mismo que mujeres imbéciles y desalmadas. Mira, está claro que hoy, como ayer, ser mujer es mucho más difícil que ser hombre. Pero dudo que eso se resuelva hasta que no haya conciencia de que las servidumbres que se imponen a la mujer están sostenidas no sólo por hombres, sino también por mujeres. Y algunas de las peores, más por mujeres que por hombres. (230)

Y nunca he explotado ni postergado a una mujer. Ni yo, ni muchos otros. Así que me niego a soportar la matraca del feminismo agresivo, con su odio bobo hacia el hombre en general. (230)

Ante los comentarios de Vila sobre lo agresivo del feminismo, la cabo Anglada también muestra su aversión hacia algunas feministas, las que “me revientan son esas niñas pijas que presumen de haberse liberado” (230). Parece que lo que más le importa no es la emancipación femenina, sino la igualdad de clase social. Las perspectivas de ambos personajes no van a afectar a la impresión general de la conciencia de género ni a provocar una gran repercusión en la mente del público lector. La integración femenina en las instituciones judiciales y policiales y el rechazo por parte de la mayoría de miembros masculinos continúan generando una tensión que no puede dejar indiferente a nuestro lector.

Respecto a la temática criminal, aparecen la misteriosa muerte del joven Iván y el repentino asesinato de la cabo Ruth Anglada. La investigación se puede dividir en diferentes etapas. En la primera, la investigación no avanza mucho por falta de indicios precisos y pruebas aunque el caso se haya reabierto. En la segunda, casi hacia el final el descubrimiento del cadáver de Anglada proporciona un giro definitivo a la cadencia de la novela. Es decir, a partir de entonces la pesquisa policial progresa y se hace cada vez más densa y compleja, para conducir a la aclaración de toda intriga. De acuerdo con Lena Franziska Reusser, la aparición

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de la segunda víctima o muerte es un recurso importante y muy utilizado por Silva en la serie (ejemplos como en El alquimista impaciente, La reina sin espejo), ya que facilita el avance del suspense y el desenlace de la investigación (2010: 228). Frente a los dos casos, Bevilacqua reacciona de manera diferente con sus propios métodos de investigación. En el primer caso, el cadáver de Iván resulta algo lejano, borroso, sin otro lazo con el narrador-protagonista que el del deber y la moral. El segundo caso, por el contrario, no sólo se vincula con la esfera íntima y próxima del narrador, en especial sus tratos afectivos como individuo, sino que también atañe a la imagen de la Guardia Civil como institución que persigue alcanzarla justicia.

Efectivamente, es la investigación del asesinato de Anglada lo que nos lleva a explorar un vicio común que aparece en los relatos policiales: la corrupción de las instituciones de policía y justicia. En la serie negra protagonizada por Bevilacqua y Chamorro, la corrupción o disfuncionalidad se ha considerado como un ingrediente principal en la construcción de la trama. Observamos que en El lejano país de estanques, lo hallamos en la jueza que instruye las causas, mientras que en El alquimista impaciente, en el secretariado del juzgado. En la novela que tratamos, lo encontramos en la cabo Anglada. El tema de la corrupción nos refleja la fragilidad de la estructura social en que nos situamos y pone en duda la línea divisoria entre los buenos y los malos. Parece que las víctimas comparten algo de responsabilidad o de culpa en su desgraciado desenlace. De esta manera, Nava, el colega de Anglada, confiesa que ésta mató a Iván por su trastorno psíquico y él colaboró en el encubrimiento del delito cometido por Anglada ya que la protegía tratando de controlar el estado desequilibrado de su compañera, sin llegar a admitir que fuera responsable de la muerte de ésta. Gracias a los testimonios de Nava, Bevilacqua y Chamorro pueden detener a ciertos guardias civiles que, cediendo a la tentación de enriquecerse, están implicados en el tráfico de droga y otros actos ilícitos. Sin lugar a dudas, todo ello mancha la imagen de la Guardia Civil.

Para encontrar la clave de la misteriosa trama, cabe destacar el ambiente o la atmósfera en La niebla y la doncella. El ambiente ya está presente en el título de la novela. La niebla representa por lo general un ambiente paradójico donde se respiran el miedo, la inquietud y la ambigüedad, puesto que la niebla tiende a desvanecer los contornos, velar las formas y distorsionar las distancias. En el capítulo 8 titulado “La niebla”, la atmósfera influye directamente en los personajes. En una parte, la lluvia y la niebla en combinación con la oscuridad de la noche hacen que conducir sea casi imposible mientras que la incomodidad y la ignorancia se contrastan con el conocimiento y la tranquilidad de la conductora. Por lo tanto, un pasaje en el mismo capítulo funciona como una metáfora para aludir a la última revelación

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de la conductora (la cabo Ruth Anglada) como asesina:

La humedad lo impregnaba todo. Creí ver hayas, sabinas, laureles. . . . Los árboles se entrelazaban unos con otros, formando una masa densa, entre la que casi parecía imposible pasar . . . Anglada conducía impasible, o quizá disfrutando de nuestro asombro. Siempre produce un irreprimible placer asistir al deslumbramiento de otro ante algo que uno conoce de antes. Su mirada estaba fija en la carretera y en la niebla que la difuminaba ante sus ojos. Resulta ingrato, manejar un coche contra la niebla, pero a ella no parecía producirle aspaviento alguno (142-143).

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