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Palabras clave: la novela negra americana, crimen, crítica social, Lorenzo Silva, política de género, intertextualidad

4. La marca del meridiano

Publicada en 2012, La marca del meridiano es la séptima entrega de la serie negra protagonizada por la pareja de investigadores Bevilacqua y Chamorro, galardonada con el Premio Planeta3 en el mismo año. Se ha tachado frecuentemente a este premio de comercial, de concederse a escritores que saben captar tanto el gusto del público lector como la demanda de los mercados editoriales para aumentar las ventas de sus libros. No obstante, Lorenzo Silva ha demostrado con La marca del meridiano y las demás novelas de la serie Bevilacqua y Chamorro que se pueden escribir novelas negras que gusten a un inmenso público sin perder por ello la calidad literaria. Es cierto que a lo largo de casi dos décadas de publicación de la serie, Silva se ha beneficiado de su éxito en ventas y de los premios logrados para consolidar la presencia del género negro o policial en la España contemporánea.

En las novelas anteriores, hemos visto nacer la amistad y el respeto entre el sargento Bevilacqua y la cabo Chamorro dentro de la Unidad Central Operativa donde se conocieron, celebramos sus triunfos con la resolución de casos difíciles y sus ascensos a brigada y sargento, respectivamente. En La estrategia del agua (2010), contemplamos la incorporación al equipo del joven e inexperto guardia Juan Arnau. Ahora, en La marca del meridiano, los agentes, liderados por Vila, han de trasladarse a La Rioja, donde ha aparecido un cuerpo torturado y colgado de un puente de manera humillante. El fallecido, Robles, un subteniente jubilado y en la reserva no es ajeno a Vila, sino un viejo conocido de Vila. Con él, Vila trabajó en Barcelona

3 Ante la concesión del Premio Planeta con La marca del meridiano, cabe citar “un apunte del autor” que aparece en el blog de Lorenzo Silva para mostrar la satisfacción del escritor por el reconocimiento del público por su labor literaria en el género negro: “¿Qué decir aquí? Por una vez, seré sucinto. Después de darme tantas otras alegrías, Bevilacqua y Chamorro, mis leales beneméritos, me procuraron también ésta. Un premio importante, sobre todo, por la posibilidad que les da, y me da, de llegar a mucha más gente. Con ellos me atreví a hacer esta apuesta, no en vano se han acreditado como mi mejor baza de cara a los lectores. Procuré además la novela, en la que se cala como nunca antes en las honduras de Vial, con una historia de lealtades traicionadas y de gente que falla (y que viene a ser metáfora de un país que también se traicionó y se falló en cierto modo a sí mismo), fuera la mejor de la serie. Pero eso ya no lo juzgo yo”.

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durante unos tres años, los primeros de su vida como guardia civil. De él, aprendió el oficio de investigador criminal y otras cosas más allá del plano laboral. A pesar de estar relacionado afectivamente con la víctima, Vila acepta el caso para aclarar la muerte de su antiguo maestro.

Con la firme creencia de restablecer el orden de la justicia, Vila y su equipo inician su investigación sobre la vida secreta de Robles. Se descubre que lejos de comportarse como un apacible jubilado, Robles sigue trabajando, haciendo todo lo que puede para complementar su pensión. Aparentemente, prestando servicios de seguridad a empresas, en realidad, se relacionaba con gente de los bajos fondos y detrás de dicho asesinato se ocultaba un caso de corrupción policial.

Si en la anterior entrega La estrategia del agua el equipo policial se queda en su sede madrileña donde nos permite conocer los sitios en que Vila creció y se educó, en La marca del meridiano los personajes vuelven a recorrer parte de la geografía española (de La Rioja a Cantabria, de Madrid a Barcelona). Concretamente, buena parte de la acción transcurre en Barcelona, donde Vila estuvo destinado en sus primeros años y donde conoció a su finado mentor, Robles. Será interesante vislumbrar cómo era Vila de joven y cómo estuvo haciendo equilibrio en la línea que separa el bien del mal. Además, la localización de Barcelona hace que Silva nos muestre sus opiniones o visiones sobre Barcelona por medio de algunas referencias al catalanismo: cuestiones sobre el estado de las autonomías y la transferencia de competencia para la Guardia Civil en Cataluña. Resulta estimulante ver cómo Silva trata la cuestión idiomática, defendiendo el derecho de los catalanes de expresarse en su propia lengua.

Se advierten las dos posturas enfrentadas hacia el catalanismo. Vila mantiene una postura abierta e intenta adaptarse a la visión catalanista, capaz de vivir inmerso en esa sociedad sin tener ningún problema con los catalanes independentistas y con los que no lo son. Sin embargo, Chamorro es reacia a intentar siquiera comprenderla y adopta una posición de desacuerdo y enfrentamiento.

Como es sabido, cada nueva entrega de la serie es un paso adelante en la profundización de los personajes, y La marca del meridiano no es la excepción, con ciertas facetas novedosas sobre el pasado de Bevilacqua, un pasado vinculado con su estancia en Barcelona que marcó tanto su vida profesional como personal. A nuestro protagonista Rubén Bevilacqua (Vila para sus conocidos) le faltan menos de dos años para cumplir los cincuenta y lleva casi veinte a sus espaldas investigando homicidios. Nuestro sargento había sido ascendido a brigada en la novela anterior y en esa entrega conocíamos algunos aspectos de su infancia, de su juventud, de su relación matrimonial y del trato con su hijo adolescente. En las primeras páginas de La marca

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del meridiano, se nos proporciona una especie del resumen de la vida personal de Vila hasta el momento: Vila se encontraba en una fase personal de resignación tras contemplar la posibilidad de pedir la baja en la Guardia Civil; con los años, se había vuelto conformista, sin tener grandes ambiciones, no esperaba ni siquiera un ascenso tras varias décadas de años de servicio; era agradecido con lo que tenía, con una gran experiencia y mucha perspicacia. Es justamente cuando le encargan el caso de Robles que nuestro protagonista vuelve a identificarse con el perfil estricto y honrado que ostentaba anteriormente. A medida que avanza la trama, nos adentraremos en diversos episodios de los primeros años de Vila como guardia civil y las causas que dieron lugar a la ruptura de su matrimonio, así como en sus reflexiones sobre el valor o la misión del oficio de investigador:

Se me ocurrió que en cierto modo mi trabajo consistía, en aquella ocasión, en restaurar la ilusión rota, en regenerar la apariencia que se había desmoronado o que se desmoronaría en cuanto la buena gente supiera de las actividades a las que se dedicaban los supuestos servidores de la ley. . . . Como había venido a enseñarnos a todos el reciente y fulminante hundimiento de las finanzas públicas y privadas, el verdadero cimiento de una sociedad es el crédito: perdido éste, aunque no sea más que un factor psicológico, y a menudo ficticio, todo lo demás se escurre por el sumidero tras él. A mí me incumbía a ayudar a restablecer un crédito que no era económico, sino moral, pero a fin de cuentas se trataba de la misma idea. Y no era sólo el crédito que pudieran merecer los míos ante aquellos a quienes servían. Sino también, y ésta era la parte más peliaguda, el que yo podía merecer a mis propios ojos. (142)

Al igual que en las demás entregas de la serie, junto con su equipo, Vila pone mucho esfuerzo en llevar a cabo la investigación paso a paso y al detalle, lo cual nos permite estar al tanto de los métodos clásicos (interrogatorios, trabajo de campo, siguiendo todas las vías posibles hasta el agotamiento) y de las nuevas técnicas al servicio de la investigación criminalística (intercepción de mensajes de móviles, utilizando las redes sociales, etc.), de la relación de la policía con el juzgado de instrucción que dirige la investigación, de la comunicación necesaria con los otros cuerpos de seguridad del Estado, como por ejemplo las policías autonómicas, las discusiones o enfrentamientos que pueden surgir, la forma en la que cooperan, etc. En efecto, el caso Robles resulta complejo, más de lo que parece a simple vista, con varias ramificaciones, que tocan diferentes temas de forma intensa invitando al lector a desentrañar la trama.

La cabo Virginia Chamorro, en la novela anterior, se había convertido en sargento por promoción. Va adquiriendo confianza y seguridad en sí misma, lejos de ser aquella tímida chica

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a quien conoció Bevilacqua en El lejano país de los estanques. En La marca del meridiano, Chamorro ya ha alcanzado la treintena con madurez, sin casarse todavía; está cambiada y en muchos momentos de la investigación es ella la que está al mando. La relación entre la pareja ya no es la de un superior enseñando a un novato, sino la de dos personas que se tratan como iguales, y Bevilacqua es consciente de la capacidad de Chamorro, hasta el punto de empezar a delegar en ella parte de sus funciones. Asimismo, se percibe la compenetración de Vila y Chamorro como personajes literarios por el uso de la intertextualidad del género policíaco, de la música popular, o del cine negro (film noir). Chamorro sigue siendo la inseparable compañera veterana de Vila, con el que se entiende perfectamente tras haber colaborado más de quince años. En un pasaje, se nos pone de manifiesto ese compañerismo cuando Chamorro expresa claramente su respeto por el criterio de Vila y su apoyo a todo lo que hiciera el brigada con respecto al caso Robles:

Lo otro que quería decirte es que puedes contar conmigo, siempre, y para lo que sea. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, Rubén. Estuve contigo aquí hace siete años, y todavía me acuerdo de unas cuantas cosas de las que vi y oí. También de Robles, por cierto. Entonces me dijiste que no era el momento de contarme lo que se removía al volver a esa tierra. Lo acepté y lo sigo aceptando. Pero quiero que sepas, que si llega ese momento, aquí estoy. Yo no sólo como compañera o tu sargento. Puedes confiar en mí. No tengas ninguna duda de que quien te habla es quien menos va a juzgarte, y quien con más cariño se va a tomar cualquier cosa que te afecte. (199)

La figura de Juan Arnau, una de las novedades que Silva nos presentó en La estrategia del agua, es un joven agente ya asentado en el equipo policial, un novato al que Vila y Chamorro tienen que formar. Es curioso que Bevilacqua se niegue a llamarle por su nombre castellano y que vaya alternando las diversas maneras de decir Juan en los distintos idiomas.

Sin duda, es un chico espabilado y tiene potencial de llegar a ser un buen policía con su firme creencia en la justicia aunque por su inexperiencia, se sonroja en algunas ocasiones.

En La marca del meridiano, la trama delictiva va complicándose poco a poco y trata de diferentes temas como la corrupción policial, las mafias de la prostitución, la explotación sexual o la trata de blancas. Todo empieza con el misterioso homicidio de Robles, un subteniente de 62 años y antiguo mentor de Vila, que pertenece al Cuerpo de la Guardia Civil en la reserva, con una hoja de servicios brillante y una dilatada experiencia en Cataluña. Tras examinar el escenario del crimen en Logroño y coordinar las acciones con los funcionarios de la guardia civil local, la investigación conduce al equipo de Vila a la ciudad de Barcelona. Poco

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después, la conversación con la viuda, Consuelo, y el seguimiento de las cuentas de Robles, les llevan a sacar la conclusión de que éste estaba vinculado con la seguridad de locales turbios, donde prestaba servicios de custodia y vigilancia de dinero sucio para el crimen organizado.

Gracias a las pesquisas de la sargento Chamorro, reconstruyen el itinerario de la víctima los días previos y recuperan algunos números de móvil que les serían útiles. Resulta que una mujer brasileña y el coche implicado en los hechos son dos pistas fundamentales para la resolución del crimen. Paralelamente, el brigada Bevilacqua es contactado por el agente López, de la Unidad de Asuntos Internos, quien lo involucra en una investigación sobre un grupo de guardias civiles corruptos, encabezados por el sargento Julio Salazar, una de las últimas personas en hablar por teléfono con Robles, y quien naturalmente se convierte en un sospechoso del asesinato. Cabe añadir que tras dejar al mando a Chamorro para formar parte de la operación dirigida por López, Vila se siente ajeno al asunto, sin dominio propio, dado que

“dentro del respeto a la jerarquía y a la autoridad judicial a la que se me sometía mi trabajo, era yo el que llevaba las riendas y el que decidía por dónde iba y por dónde no en una investigación, pero en aquel momento, tras cederle los mandos de la nuestra a Chamorro, me veía en una operación ajena, en la que yo no era más que un paquete” (287). Todas esas pistas llevan al equipo de Vila un paso adelante hacia una organización de trata de blancas, cuya cabeza visible es Antonio Serret, testaferro de una mafia internacional de mayor importancia. Una joven prostituta brasileña, Lucimarra, que trabaja bajo las órdenes de Serret, resulta ser una de las muchas conquistas de Robles.

Las pistas mencionadas nos ofrecen la posibilidad de descubrir a los verdaderos autores del crimen. No obstante, la captura de Salazar y de Serret, en sendos operativos realizados casi paralelamente por el equipo, y sus posteriores interrogatorios, producen un final inesperado, respecto al verdadero asesino a Robles. Los sospechosos de matar y torturar a Robles se multiplican, se cruzan, se enredan y se complican. Parece que no se puede evitar el peso afectivo que ocupa el pasado y el aclarar el enigma se convierte en algo imposible que arruinaría la lectura de La marca del meridiano.

El tema de la corrupción, indudablemente, es un tema recurrente y de actualidad en la serie negra de Silva. Para el escritor madrileño, la corrupción siempre existe y forma parte de la tradición y de la vida cotidiana: “Yo era consciente de vivir en una sociedad con corruptos, como lo son todas, incluso está en cierto modo en nuestra tradición. El que no fuera consciente de que los controles eran pocos es que realmente no sabía cómo funciona esto”(2013). La corrupción destaca por sus efectos en todos los campos, aunque en todas las instituciones haya

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gente corrupta, también hay gente que es honrada. En La marca del meridiano se plantea la corrupción dentro de los cuerpos policiales como “minoritaria” pero con un fuerte impacto en la sociedad. Observamos que la investigación del homicidio de Robles tiene más repercusiones de las que en un principio se podían esperar. A medida que avanza la investigación, Vila va desvelando lo que se oculta tras las múltiples máscaras de su mentor fallecido, señalando que

“Todas las vidas secretas. . . . participan de ese vértigo y de ese desasosiego” y “las vidas secretas están llenas de frío y soledad” (222) de acuerdo con lo que reza la letra de “In My Secret Life”, de Leonard Cohen. Entonces, Vila imagina las paradojas a las que se enfrentan los que han decidido cruzar al otro lado de la raya (el sargento Nuño, Robles). En un pasaje, Salazar no sólo nos revela cómo Robles se había implicado en los negocios ilegales y en la red de corrupción, sino que también nos relata lo frágil, lo vulnerable de su moral frente a las estas irresistibles tentaciones. Al fin y al cabo son imágenes de los que dudan entre cruzar la raya y permanecer en el lugar correcto: “Mi viejo amigo se había dejado arrastrar, y mucho, más allá de la raya. Hasta el punto de colaborar con proxenetas y convertirse en porteador de dinero sucio, si no había hecho algo más. Pero en algún momento se había encendido la luz roja de su conciencia y la señal que le había mandado no la había desoído o no del todo” (322).

El brigada Bevilacqua también nos cuenta un doloroso episodio de su pasado, la época cuando trabajó con Robles en sus primeros años como guardia civil y llegó a traicionar su matrimonio a cambio de oportunidades laborales. Se convierte en otro personaje más que ha cruzado la raya, o mejor dicho, ha transgredido sus propios principios. Para llevar a cabo la investigación, esta vez Vila tiene que atravesar la delicada línea imaginaria entre su presente bajo control y su oscuro pasado sentimental. Como un símil, la doble vida de Robles va dejando al descubierto tramas de delincuencia y corrupción policial de aquellos que han traspasado sin remordimientos los límites de la moral, mientras el equipo de guardias civiles se embarca en un viaje que les conducirá de Madrid a Barcelona, cruzando la línea invisible y metafórica que marca el meridiano de Greenwich y divide España en dos. En efecto, la marca del meridiano, la que divide Madrid y Barcelona, hace referencia a esa línea tan fina como la que separa el bien del mal, lo legal de lo ilegal, línea sutil que podemos traspasar fácilmente. El sentido simbólico que nos proporciona el título de la novela está impregnado de un pensamiento filosófico sobre el paso de los años, de la vida y la valoración inevitable de todo cuanto nos rodea. El aprendizaje de los que han traspasado alguna vez la raya radica en comprender mejor las expectativas y las circunstancias sociopolíticas y apreciar lo que poseen actualmente: “Sólo los que habíamos cruzado la línea alguna vez, los que conservábamos sobre la piel y el alma la

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marca del meridiano, sabíamos hasta qué punto podía llegar a pesar aquella cicatriz” (399). Por otro lado, pese a haber expuesto a agentes involucrados en la corrupción y en el crimen organizado, Silva continua defendiendo la imagen de la policía, con unas reflexiones del protagonista Bevilacqua sobre el valor de la integridad, del código del honor, de cumplir con el deber sin ser cómplice de la perversión: “Nosotros no nos podemos corromper, porque si nos corrompemos nosotros el barco se va a pique”, “Así que a lo anterior añadid esto: no podemos ser cómplices del derribo. Que ese tanto se lo apunte otro” (361).

5. Conclusión

Se encuentran pocos casos de escritores tan constantes y coherentes como Lorenzo Silva.

El escritor madrileño ha ido posicionándose en un lugar respetado, sabiendo explorar diferentes fórmulas del género narrativo, en especial en su creación de la serie del brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro como su mejor registro. Desde su comienzo con El lejano país de los estanques en 1998, hasta la novena entrega de la serie Donde los escorpiones en 2016, se percibe la influencia de los mejores exponentes del género negro (Dashiel Hammet, Raymond Chandler, Manuel Vázquez Montalbán, etc.) con relación a varios elementos: la estructura y la caracterización de los personajes (el policía, la femme fatale), la mezcla del misterio con la descripción psicológica en los personajes, así como el empleo de la crítica social a fin de ofrecer un retrato social imbuido de los dilemas morales de nuestro tiempo.

Tras un profundo análisis textual, se puede decir que El alquimista impaciente, La niebla y

Tras un profundo análisis textual, se puede decir que El alquimista impaciente, La niebla y

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